CONVERSATORIO: IMÁGENES Y SONIDOS TEJIENDO MEMORIA
Conversatorio: Imágenes y sonidos, moderado por René Pauck, director de la Cinemateca
Colaboración: Roberto Anaya
El Mozote, La Joya, Cerro Pando, Ranchería, Los Toriles y Jocote Amarillo deberían ser nombres que se graben en la memoria de todos los salvadoreños.
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Diciembre de 1981 también debería ser recordado por todos. Duele, pero ignorar lo sucedido dolerá más, mucho más. Basta visitar los caseríos en un día sin festejos y conmemoraciones, dejar que el sol se ponga y sentir la abrazante soledad, el silencio y ver la plaza vacía, para darse cuenta de que si nos cuesta enfrentarnos a nuestros fantasmas y rememorar nuestro dolor, tenerlos aislados en esa zona remota nos ha ayudado a ignorarlo y, además, parece reafirmar que lo que no pasa –o pasó- en el gran San Salvador no nos importa.
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38 años después la comunidad recuerda. —Veía a mi hermana, la veía que estaba sentada con un vestido bien bonito que ella tenía, estaba sentada a medio patio y miraba al cielo y me decía, ¡mirá esos aviones!, ¡mirá todo eso que viene!, después se quedaba callada y bajaba la cara con la mirada bien triste. Así la soñé como cinco días antes de la masacre, yo creo que se estaba despidiendo de mí. Yo no quisiera recordarla así triste como en el sueño que tuve.
4 / 10 María sostiene el retrato de su tío. De su hermana mayor y su sobrina de 10 años no tiene fotos. Siempre quiso encontrar algo de los restos de su hermana, aunque sea aquel vestido bonito con el que la soñó, pero hasta hoy no ha encontrado restos de ningún familiar, le consuela que estén enterrados en algún lugar de El Mozote.
5 / 10 —Cuando ya iba para afuera –huyendo del caserío- le dije a una hermana mía: vámonos, no te quedés aquí, es mejor caminar que quedarse a medio camino. No, me dijo, yo solo le debo la vida a Dios, no tengo porqué huir. (Guarda un largo silencio) Ni yo ni mi hermana sabíamos que esos hombres no conocían nada de Dios. Después de haber llorado tanto, cómo quisiera haberme quedado con ellos a medio camino. Don Ilario tiene 93 años, con voz quebrantada y ojos llorosos recuerda a su hermana, a sus hijos y sus sobrinos que fallecieron en el caserío La Joya.
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8 / 10 Si nosotros no hablamos, ¿quién hablará?, si nosotros no seguimos adelante vamos a volver al pasado. ¡Este pasado es terrible, pero no podemos olvidarlo! Rosario López es una de las sobrevivientes del caserío La Joya, incansable luchadora porque se haga justicia a las víctimas.
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Es cierto que somos un país lleno de dolor, lleno de recuerdos difíciles, pero El Salvador no debe olvidar sus muertos. Nuestra tierra ya no soporta tantos huesos que le han sido depositados y que han sido -y siguen siendo- ignorados por la mayoría. Huesos de masacrados, huesos de desaparecidos, huesos impunes. Recordar es un deber con la patria, con esta patria que amamos, con esta patria que nos duele. Hablarlo es nuestro deber, deber con las víctimas, deber con las generaciones que vendrán, un deber con nuestros hijos. Si nosotros no hablamos, ¿quién hablará?
Conversatorio: Imágenes y sonidos, moderado por René Pauck, director de la Cinemateca
Acompáñanos mañana en la entrevista a María López Vigil, autora del libro
Mario quiso enviarle una carta a su yo del pasado: el joven
Con el golpe de Estado al presidente ingeniero Arturo Araujo en diciembre de 1931, llegó a la presidencia el General Maximiliano Hernández Martínez.
Desde entonces, hasta el 15 de octubre de 1979, el país fue gobernado oficialmente por regímenes militares caracterizados por ser altamente coercitivos.
El primer régimen militar fue el del general Maximiliano Hernández Martínez, quien ordenó la represión y Masacre de 1932, a raíz del levantamiento de indígenas, campesinos y comunistas.
Hernández Martínez se perpetuó en el poder durante trece años, durante los cuales predominaron las represiones a la oposición política, la falta de libertad de prensa y la ausencia de libertades individuales.
El golpe de Estado al general Salvador Castaneda Castro en 1948 dio lugar a la redacción de una nueva Constitución Política en 1950, la primera en la historia salvadoreña que incluía derechos para los trabajadores, prestaciones sociales y contemplaba el voto femenino.
Los presidentes elegidos bajo el nuevo régimen constitucional fueron, el coronel Óscar Osorio Hernández y el teniente coronel José María Lemus, apostaron por la creación del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) y el Instituto de Vivienda Urbana (IVU).
Con el derrocamiento del presidente Lemus terminaron los gobiernos militares del Partido Revolucionario para la Unificación Democrática (PRUD), que tuvo su origen en los hechos de 1948.
A raíz de esta crisis política se redactó una nueva Constitución Política en 1962, e inició una tercera etapa dentro de los regímenes militares, con los gobiernos del Partido de Conciliación Nacional (PCN).
A inicios de 1961 la Junta de Gobierno que derrocó al presidente José María Lemus prometió elecciones libres, sin partido oficial.
El Directorio Cívico Militar asumió el poder con un golpe de Estado e impuso la ley marcial, fallando a la promesa antes expuesta. Una manifestación de apoyo a la Junta de Gobierno fue reprimida. El nuevo gobierno fue constituido por los coroneles Julio Adalberto Rivera y Aníbal Portillo, junto con los civiles Feliciano Avelar, José Antonio Rodríguez Porth y José Francisco Valiente.
En diciembre de 1961 los coroneles Rivera y Portillo fundaron el Partido de Conciliación Nacional (PCN).
En abril de 1962 se realizaron las elecciones presidenciales y el coronel Julio Adalberto Rivera, al no tener contrincantes, asumió el poder.
El Partido de Conciliación Nacional (PCN) se caracterizó por escalar la represión y por mantenerse en el poder de forma fraudulenta.
En este período aparecieron los cuerpos paramilitares y los escuadrones de la muerte, y así se dio paso a las desapariciones forzadas y a las torturas.
El PCN se mantuvo en el poder hasta 1979, bajo el mandato del presidente Carlos Humberto Romero, quien fue derrocado el 15 de octubre, cuando también fue obligado a dejar el país. Este ha sido el último golpe de Estado ocurrido en El Salvador.