A las orillas del río Eregúan, entre las montañas del departamento de Chalatenango, hay un pueblo que se hizo a sí mismo.
Antes de la guerra, no había comunidad en El Manzano. Dieciocho combatientes desmovilizados decidieron que entre los cerros donde casi murieron era donde querían vivir por el resto de sus días.
Los que solo se conocían como compañeros de batalla, aprendieron a ser vecinos. Cambiaron las armas por ladrillo y cemento, y levantaron casas en donde solo había tiendas de campaña.
Los comandantes se volvieron profesores, y en aquellas escuelas quisieron que las nuevas generaciones aprendieran a recordar. Y también a olvidar. Porque por mucha agua que lleve el río, nunca acaba de limpiar los recuerdos de lo que ocurrió entre aquellos árboles.
“Una compa enloqueció en la guerra. Estábamos rodeados y su bebé no paraba de llorar, e iban a descubrirnos a todos. Así que le tapó la boca para que no hiciese bulla, y al final tuvo que ahogarlo. Lo mató para salvarnos a todos.” José Álvarez Pavel, miembro fundador de la comunidad El Manzano.
“Yo me llamo Salvador, pero todos los compas me conocen como David. David era el nombre de mi hermano, que murió en su primer día de reclutado. Por eso elegí ese nombre.” David (habitante de la comunidad).
“Yo aquí no vine por la guerra, vine por todo lo que había que hacer después.” Consuelo (habitante de la comunidad).
El Museo Héroes de Chalate (El Manzano) se construyó para la memoria y sobre la memoria: bajo él hay una fosa común donde reposan los huesos de las víctimas de una de las muchas matanzas de la zona. Una de las enterradas era una niña. Los vecinos dicen que sale de la tierra a través de un agujero: las personas que visitan este lugar pueden ver, de hecho, la roca mal puesta que la pequeña usa de puerta.
La niña es una de las muchas guardianas de la memoria de El Manzano, por las noches se pasea por el museo, mirando los rostros de las fotos descoloridas, reconociendo, quizás, a alguien en ellas.
Aunque es difícil verla, seguramente la niña sonríe al ver todo lo que la comunidad ha construido, cómo dejaron atrás la violencia para abrazar el vínculo, cómo supieron hacer con piedras y huesos un hogar para todos.